Las redes de mercadeo y la atarraya de mi abuelo

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¿Para convencer a alguien hacen falta argumentos? No. La plata es el método más efectivo para hacerlo. Incluso, con la simple ilusión de que van a ganar dinero se pueden convencer grandes multitudes. Compruébelo usted mismo; lea esto, a lo mejor “le cambiará la vida”. 


Por @ElJesusurro


Es necesario empezar con una promesa, sino no tendría sentido. Estas palabras pretenden demostrar que las redes de mercadeo son tan efectivas como la atarraya que usa mi abuelo para pescar. Con ella puede atrapar cincuenta mojarras en una sola tirada. En esencia, es una herramienta simple pero contundente. Así son las redes de mercadeo: con un discurso simple en apariencia, capturan toda mente ansiosa de prosperidad.

Imagine que está haciendo zapping en la televisión y de repente, con una voz entusiasta, aparece el siguiente infomercial: “¿Quiere plata? Le tenemos el negocio que le permitirá obtener los ingresos que siempre ha querido. Sin horarios de trabajo, ni jefes que le digan qué hacer. ¡No trabaje por la plata, haga que la plata trabaje por usted! ¡Llámenos, no se arrepentirá!”. No aplican condiciones ni restricciones. Así como lo oye: no se arrepentirá… Porque, ¿quién se arrepentiría de ganar dinero? Nadie. Eso sí, muchos se han arrepentido de perderlo, creyendo, ingenuamente, que estaban realizando la mejor inversión de sus vidas.

Amway, Herbalife, Organo Gold y Gano Excel, son ejemplos de algunas de las empresas multinivel que en este momento están produciendo enormes ganancias en Colombia, y en el mundo. Pero, sea dicho de una vez, esos ingresos están terminando en las cuentas bancarias de unos pocos jerarcas. En las cuentas de aquellos que están en la cima de la pirámide, sosteniéndose con la inversión de millones de personas que -casi con la devoción de un religioso- le han entregado su alma al mejor postor, con todo y escrituras.

Esos jerarcas son los mercaderes de ilusiones del siglo XXI, los apóstoles de la otra religión del pueblo: la que recompensa con frutos terrenales y no en la otra vida. Los que prometen riqueza en abundancia, libertad y autonomía.

Son la solución a todos sus problemas, o al menos, a los económicos. Cuando tenga dinero, usted verá como soluciona los demás. Ellos le dan la oportunidad, usted verá si la aprovecha. Lo que le dirán una y otra vez, reiterada y enfáticamente, es que si la deja pasar, tal vez nunca tenga una oportunidad mejor. Lo repiten para que le quede claro; para que se le grabe en el inconsciente; para que anule su capacidad de razonar; para que firme un papel y deposite un dinero; para que se coma el cuento.

“Ella sabe que lo está arriesgando todo. Sus sueños y sus anhelos están puestos en las 43 cajas de Café Saludable que le entregaron a cambio de su inversión”. Así contaba hace un año (15/04/2014) el periódico El Tiempo la historia de una mujer que había hecho un préstamo para invertir en una red multinivel. El hecho ilustra la situación que han tenido que padecer miles de personas, creyendo que iban a ser igual de ricos que Robert Kiyosaki (el autor de uno de los libros más vendidos del mundo, “Padre Rico, Padre Pobre”, un clásico que aparece en el top 10 de los libros de autoayuda).

¿Será que las redes de mercadeo son el mejor camino para salir de la “carrera de ratas” de la que habla Kiyosaki? No precisamente, pero eso es lo que parlotean los coaching empresariales que contratan la mayoría de redes de mercadeo para ganar más adeptos.

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En el fondo, el discurso de enriquecimiento escalonado sólo ofrece dos posibilidades: ser tan exitoso como el prototipo que le sugieren; o seguir con su vida pobre y aburrida, con extensas jornadas laborales y el mismo sueldo miserable de siempre. No tiene de otra, elige el cielo prometedor o el infierno cotidiano. La estadísticas demuestran que, debido a la falta de oportunidades, la gente suele elegir lo primero. Costo-beneficio, con este modelo de negocio, para volverse millonario hace falta ser mitómano o, realmente, creer en la ‘causa’ y en sus ‘profetas’. Como los que se enriquecieron con el, los que realmente ganan dinero “sin hacer nada”.

Nadie niega que sea legitimo como funciona el negocio, de lejos rentable. Pero como funciona sólo está concebido para que sean millonarios Barry Chi y Holly Chen (que pertenecen a Amway y ganan más de diez millones de dólares al año), o Enrique y Graciela Varela (que le generan ingresos a Herbalife en México por más de cinco millones de dólares al año). El sistema está concebido para que al ciudadano de a pie -que es a quien le venden la esperanza de enriquecerse- le resulte imposible llegar a ser como los goldmember de la compañía, que sí pueden dormir en hoteles cinco estrellas en los que, a propósito, dan sus conferencias.

Debo confesar que mi abuelo no era pescador, y que murió hace ya algunos años. Pero, en efecto, la atarraya que ‘tenía’ atrapó a muchos peces distraídos. Los convenció de que les iba a cambiar la vida y de que los volvería millonarios. No lo hizo con argumentos, lo hizo con plata; o al menos, con la ilusión de que la obtendrían.

Es la misma ilusión que sostiene toda red de mercadeo exitosa. No hay realmente un secreto o una historia detrás, sólo la promesa de poder ser como el dueño de Microsoft. Y acaso, quién no querría ser como Bill Gates: entre la posibilidad de ser un humilde pescador o tener una fortuna de 80 mil millones de dólares, naturalmente, la gente elegirá lo segundo.   


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